¿Pesebres populares o artísticos? Una clasificación que debemos revisar
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El pesebre: una expresión artística en todas sus formas
Si hay algo que caracteriza al belenismo es su enorme diversidad. Desde pequeños pesebres familiares hechos con materiales naturales hasta elaboradas composiciones con efectos de perspectiva e iluminación, todas estas creaciones comparten algo en común: son Arte.
Este debate no es nuevo. También ha ocurrido con la fotografía, y aún hoy sigue siendo una cuestión abierta. ¿Es arte o no es arte? Veamos cómo se plantea en otro contexto:
La fotografía es reconocida como una forma de arte, pero eso no significa que toda fotografía sea automáticamente una obra artística. La diferencia está en la intención y la ejecución detrás de la imagen.
Para que una fotografía sea considerada arte, debe reflejar una visión personal, transmitir una emoción, una idea o un mensaje, y demostrar una composición y técnica cuidadosas. Como señala Adobe, la fotografía artística se distingue porque busca expresar algo más allá de la simple representación de la realidad.
En cambio, muchas fotos tomadas en la vida cotidiana —instantáneas casuales, imágenes sin intención artística clara— pueden no tener los elementos que las conviertan en arte. Sin embargo, siguen siendo valiosas en otros contextos, como el documental, el personal o el informativo.
En resumen, no toda fotografía es arte; lo que la convierte en una obra artística es la intención del creador y la manera en que maneja la composición, la técnica y la capacidad de provocar una respuesta en el espectador.
Ahora, piensa en tu pesebre.
¿Lo haces sin ninguna intención?
¿Te da igual cómo quede?
¿Simplemente desparramas las figuras sobre una superficie y dices: "¡Aquí está mi pesebre de este año!"?
Si la respuesta es ¡No!, entonces la intención existe. Y ahí empieza la verdadera diferencia.
El belenismo: una creación desde cero
Al igual que un lienzo en blanco para el pintor, un pentagrama vacío para el compositor o una hoja en blanco para el poeta, el belenismo comienza desde la nada. No se trata solo de colocar figuras sobre una superficie, del mismo modo que parar la mesa de Nochebuena, sino de construir un universo, de dar forma a una escena con intención y significado.
Cada pesebrista imprime su visión personal en su obra, buscando transmitir una emoción, una idea o un mensaje. Es esta intención lo que lo acerca al arte.
Lo único que en algunas ocasiones no cumple con los criterios del arte tradicional en la composición y técnica cuidadosas. Pero esto no significa que el belenismo no pueda alcanzar un alto nivel artístico. Como en cualquier disciplina, hay creaciones más elaboradas y otras más espontáneas, pero la esencia sigue siendo la misma: la voluntad de dar vida a una representación cargada de significado.
Otra cosa es que lo logres, pero esto ya depende de ti, no del belenismo en sí.
Sin embargo, a lo largo del tiempo ha surgido una clasificación que distingue entre pesebres populares y pesebres artísticos, como si unos tuvieran valor creativo y otros no. Como hemos visto antes, el hecho de que algo sea popular no significa que no sea arte. A lo largo de la historia, muchas de las manifestaciones artísticas que hoy admiramos fueron, en su origen, expresiones populares: el arte gótico, la cerámica griega, los retablos barrocos o incluso la música folclórica.
El belenismo no es una excepción. Su arraigo en la cultura y en la devoción lo ha hecho accesible y cercano, pero eso no le resta valor artístico. Más bien al contrario: su capacidad de emocionar, su maestría técnica y su poder simbólico son precisamente lo que lo convierten en una expresión artística de pleno derecho.
Por eso, en lugar de dividir los pesebres en categorías arbitrarias, lo más lógico es diferenciarlos tanto por la manera en que se presentan al espectador como por la intención con la que se crean. Esta última aporta una nueva perspectiva que será desarrollada más adelante.
El primer libro que aborda la construcción de pesebres es el Manual del pessebrista (Barcelona: Franciscana, 1927). En esta obra, no se establece ninguna clasificación específica, ya que el autor se refiere siempre al pesebre como una manifestación artística sin hacer distinciones. La categorización de los pesebres parece estar vinculada a la introducción de la escayola como material para su construcción, una técnica que comenzó a utilizarse en 1912.

Su carácter decidido y comprometido lo llevó a impulsar la fundación de la Asociación de Pesebristas de Tarragona en 1925.
En la publicación del libro Com es pot construir un pessebre, de Josep Maria Puig i Roig (Editorial Balmes, Barcelona, 1928), tampoco se menciona ninguna clasificación de los pesebres. Para encontrar la primera referencia documentada a esta categorización, es necesario remontarse hasta el año 1933, cuando aparece publicada por primera vez. Puig i Roig, J. M. (1933). La construcció dels pessebres: Recull d’orientacions pessebristes (pp. 27-28)
(Ya lo he citado en: Pesebre abierto vs. cerrado: dos formas de representar el belenismo)
Ambas fuentes presentan una misma clasificación de los pesebres, aunque con ligeras diferencias de enfoque.
- Buendía usa los términos "histórico o bíblico" y "popular".
- Fray Andreu de Palma usa "bíblico" y "extra-bíblico".
A pesar de esta diferencia de nomenclatura, el concepto que manejan es el mismo.
Lo importante es que ambas reconocen que el pesebre puede ser recreado con rigor histórico o con libertad creativa, y que en ambos casos puede alcanzar un alto valor artístico.
¿Es realmente válida la clasificación de los pesebres en "populares" y "artísticos"?
⚠ ¡Otro error heredado sin cuestionarlo!
A veces, las ideas equivocadas se perpetúan no porque sean correctas, sino porque nadie las cuestiona. Se repiten una y otra vez hasta que terminan convirtiéndose en una verdad incuestionable.
Este fenómeno fue analizado por Hannah Arendt en «La banalidad del mal», donde explicaba cómo ciertos conceptos, por el simple hecho de haberse repetido durante años, terminan aceptándose sin un análisis crítico. Aunque Arendt hablaba de cuestiones mucho más serias y aterradoras, el principio es el mismo: cuando una idea se asume sin reflexión, puede condicionar la forma en que percibimos la realidad.

Esto es precisamente lo que ocurre con la clasificación de los pesebres en "pesebres populares" y "pesebres artísticos", una distinción que solo aparece en la Wikipedia en español de entre los 54 idiomas existentes que definen el belenismo. No es que alguien haya decidido conscientemente imponer una jerarquía en el belenismo… o tal vez sí. Lo cierto es que esta clasificación se ha heredado sin revisarla, sin preguntarnos si sigue teniendo sentido hoy en día.
El contexto histórico y cultural de la clasificación
Esta distinción tiene su origen en Joan Amades, un destacado folclorista catalán que, en su obra El Pessebre (1935), propuso diferenciar los pesebres en dos categorías:
Según Amades, en el libro El Pessebre Editorial: Les Belles Edicions, Barcelona, 1935
Este homenaje escultórico no pretende reafirmar esa distinción, sino recordar la importancia de su trabajo y el impacto que tuvo en la etnografía. Amades no solo documentó costumbres y leyendas, sino que también ayudó a mantener viva la esencia de un pueblo.
Esta escultura es un gesto de respeto y reconocimiento. Quizás sea la primera dedicada a su figura, y con ella quiero resaltar no solo su labor, sino también la necesidad de seguir revisando y actualizando nuestra comprensión del arte y la tradición.
Pesebre artístico: Creado por personas con conocimientos artísticos y un enfoque académico en la composición y la historia.
Pesebre popular: Realizado por personas sin formación en arte, que siguen la tradición con más intuición que rigor técnico.
Es importante considerar el contexto de la época en que esta clasificación fue formulada. En 1935, el estudio del arte y la tradición popular todavía se realizaba bajo criterios historicistas y academicistas, donde el reconocimiento artístico se otorgaba a obras con formación académica. Sin embargo, en el siglo XXI, estos criterios han cambiado radicalmente. Las fronteras entre arte académico y arte popular han sido cuestionadas por historiadores y teóricos del arte, y hoy se reconoce que el valor artístico no depende únicamente de la técnica, sino también del impacto cultural, la capacidad expresiva y la innovación en el lenguaje visual.
Esta clasificación fue adoptada en el Congreso Pesebrista Internacional de 1955 y, con el tiempo, se ha ido replicando sin un análisis crítico. Wikipedia en español parece haberla tomado como referencia sin actualizarla ni contextualizarla, ignorando los cambios en la forma de entender el arte y la cultura popular.
🗫¿Tiene sentido seguir utilizando esta clasificación hoy en día?
El gran fallo de esta distinción es que parte de una concepción anticuada del arte, en la que solo lo producido por personas con formación académica puede considerarse verdaderamente artístico.
- El arte no se define por quién lo hace, sino por su capacidad de transmitir emoción y significado.
- No es una cuestión de técnica o materiales. Siguiendo esta lógica, un dibujo infantil no podría ser arte (¿Recuerdas el dibujo de Duero que realizó a los 13 años?), el arte naïf no tendría valor y las obras conceptuales como el Urinario de Duchamp no serían arte.
- Clasificar el belenismo de esta manera es elitista y erróneo. Un pesebre, independientemente de si está hecho con musgo y corcho o con poliestireno expandidop o extruido tallado, sigue siendo una obra de creación artística.
Si aplicáramos esta lógica a la historia del arte, tendríamos que decir que los frescos de Giotto no son arte porque su perspectiva es rudimentaria, o que un boceto de Leonardo da Vinci o un grabado de Goya tienen menos valor artístico por estar realizados en papel que una pintura al óleo terminada.
Cualquier clasificación debe ser revisada y analizada en su contexto histórico. Lo que pudo haber tenido sentido en 1935 no necesariamente lo tiene en la actualidad; han transcurrido 90 años desde entonces. La clasificación entre pesebres populares y pesebres artísticos no solo es obsoleta, sino que perpetúa una jerarquización artificial dentro del belenismo. Es momento de replantearla desde una mirada más amplia y actualizada.