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docu Prólogo: Ver con ojos de perspectiva


icon-perill  Las publicaciones son como una serie:

si te pierdes el primer capítulo o te saltas el orden, te perderás el hilo 🧵


Antes de seguir leyendo, te propongo un reto muy sencillo: dibuja de memoria una bicicleta. No mires fotos ni busques referencias, simplemente toma un papel y un lápiz y haz el dibujo tal como la recuerdas. ¿Ya lo tienes? Ahora compáralo con el experimento que psicólogos han utilizado para mostrar cómo nuestro cerebro nos engaña, haciéndonos creer que conocemos algo perfectamente cuando en realidad solo tenemos una idea superficial:

Test | ¿Eres capaz de dibujar una bicicleta?  [2]

La mayoría descubre que el resultado es impreciso o incluso disparatado. Y es que, aunque usamos una bicicleta a diario, pocas personas saben cómo representarla fielmente. Con un paisaje, una habitación o la escenografía de un pesebre pasa lo mismo: creemos que lo tenemos claro en la mente, pero cuando intentamos plasmarlo sin haber practicado perspectiva, luz y color, el resultado no es convincente.

Conviene aclararlo desde el inicio: este capítulo está dedicado a los pesebres escultóricos que buscan un resultado figurativo realista y persuasivo en un escenario, es decir, en el espacio donde se desarrolla la acción. No se trata de menospreciar otros estilos —todos tienen su valor—, sino de profundizar en un terreno concreto donde la ilusión de realidad es la meta.


¿Por qué vemos en perspectiva?

La perspectiva no es un invento de los pintores ni de los arquitectos, ni un artificio de la cámara fotográfica. Es, sencillamente, la forma natural en que vemos el mundo. Pero, ¿por qué ocurre?

Cómo funciona nuestra visión (y por qué importa en el belén)

Este manual de belenismo está pensado para quienes desean iniciarse en este arte. Por eso explicamos la perspectiva desde cero, sin dar nada por sabido, y siempre de la forma más breve y clara posible. Si alguien quiere profundizar en los aspectos científicos de la visión, recomendamos un libro excelente:

Vision Science: Photons to Phenomenology
Vision Science: Photons to Phenomenology, de Stephen E. Palmer.
Este libro le enseña al belenista el porqué de lo que hace. Las reglas de perspectiva que se usan en un belén no son un capricho; en realidad, imitan los trucos que el ojo y el cerebro usan a diario para entender qué tan lejos están las cosas.
Al entender esto, el belenista ya no solo copia una técnica, sino que la usa de forma más inteligente para que su trabajo se vea mucho más real y convincente.

La luz entra en nuestros ojos a través de la pupila, pasa por el cristalino —que hace el papel de lente— y llega a la retina, que es como una pantalla curva sensible a la luz. Allí se forma una imagen pequeña e invertida, que nuestro cerebro reorganiza y convierte en la experiencia espacial que percibimos.

En una cámara ocurre algo parecido: la luz atraviesa la lente, pasa por el diafragma y se proyecta en la película o el sensor digital. También allí la imagen queda reducida e invertida, y luego es enderezada y mostrada en una pantalla o en papel.

Comparación funcional entre una cámara fotográfica y un ojo humano
Comparación funcional entre una cámara fotográfica y un ojo humano
a. CCD/Película | b. Diafragma | c. Lente
d. Iris/Pupila | e. Cristalino | f. Retina

El ojo humano abarca aproximadamente unos 200° en horizontal y 120° en vertical, aunque solo una pequeña zona central —la fóvea— nos ofrece verdadera nitidez. La cámara, en cambio, depende de la lente: un objetivo normal de 50 mm se aproxima al ángulo de visión humano, mientras que un gran angular o un teleobjetivo exageran o reducen artificialmente ese campo.

La diferencia es que la cámara se limita a registrar la proyección tal cual, mientras que nuestro cerebro interpreta y enriquece esa información: corrige la orientación, combina lo que ve cada ojo y utiliza pistas como la nitidez, las sombras o los colores para hacernos sentir la profundidad.

¿Por qué importa esto en el pesebre?

Porque toda escena que construyamos —grande o pequeña— será percibida por el observador según estos mismos mecanismos. Entender cómo funciona nuestra visión nos permite decidir mejor la escala, los ángulos o los colores con que sugerimos lejanía y profundidad. En otras palabras: conocer la perspectiva no es un adorno teórico, sino la base para lograr que un pesebre reducido se perciba como un mundo real.

Y conocer lo que ocurre en nuestra visión nos ayuda a entender y reflexionar cómo funciona la perspectiva. Por regla general, este tema suele abordarse sin preámbulos, dando conceptos por sabidos, pero en la práctica omitir estas bases solo conduce a malentendidos.


Dos caminos para construir un belén

Cuando empiezas a construir un belén con figuras escultóricas, en principio tienes dos caminos:

El primero es sencillo: utilizas todas las figuras y elementos a la misma escala. En este caso, la sensación de profundidad la da únicamente el espacio físico, como ocurre en una maqueta de trenes. Aquí no hay un único punto de vista, y lo que ves depende de cómo te muevas alrededor del conjunto. ¿Resultado? Un belén coherente, pero con escasos recursos especiales para dirigir la mirada del espectador.

Aunque no pienses en ella, la perspectiva siempre está presente: la sensación de profundidad no desaparece. Basta mirar la maqueta de un tren: las vías se construyen a la misma escala, pero al alejarse en el escenario parecen converger y encogerse.

Maqueta de tren en perspectiva
Museo del Transporte de Dresde: maqueta de tren

El segundo camino es distinto: consiste en jugar con la perspectiva, es decir, en aplicar ciertos recursos visuales para que el espacio aparente ser más profundo de lo que realmente es. En lugar de usar todo a escala constante, el belenista adapta figuras, atrezzo y escenografía para engañar suavemente al ojo. Las figuras más lejanas se hacen más pequeñas, los edificios se construyen con proporciones reducidas, los colores se difuminan… ¿Y qué se consigue? Que desde un punto de vista principal, el espectador tenga la sensación de estar ante un mundo más grande y realista.

Ahora bien, ¿por qué no basta con copiar y aplicar las reglas del dibujo técnico? Porque esas reglas se crearon para representar la realidad en una superficie plana, como el papel. El belén no es plano: es volumétrico. Si quisiéramos aplicar la perspectiva cónica de manual, nos toparíamos con una exigencia ineludible: fijar un punto de vista único para que todo funcione correctamente. Con figuras de 25 cm en primer plano, eso obligaría a construir un fondo desmesuradamente profundo, algo prácticamente imposible dentro del volumen limitado que caracteriza a cualquier belén.

Ante este obstáculo, el belenista desarrolló recursos propios: reducir escalas, forzar ángulos, comprimir distancias e incluso recurrir a la atmósfera y al color como aliados para sugerir lejanía. De esa búsqueda por mantener la ilusión de realidad surgió una solución decisiva: encuadrar la vista desde un único ángulo de observación. Así nació lo que hoy entendemos por diorama belenista.

En el fondo, la pregunta es sencilla y a la vez profunda: ¿cómo lograr que un conjunto de figuras, dispuestas en pocos centímetros o metros, se transforme ante nuestros ojos en un mundo vivo y creíble? Esa es la función de la perspectiva en el pesebre. Pero no la confundamos con el objetivo del propio pesebre, que no es otro que contar una historia: un homenaje a la infancia de Jesús, o su equivalente en forma de mensaje ético.

Como la perspectiva es inseparable de nuestra visión, es precisamente ahí donde comienza este capítulo.

Al comienzo de este prólogo te propuse dibujar una bicicleta de memoria. Si el resultado te sorprendió, piensa ahora en tus propios belenes: muchas veces, sin darnos cuenta, podemos estar perdiendo parte de la admiración de quienes los contemplan, no por falta de esfuerzo o de talento, sino simplemente por desconocer algunos recursos básicos de perspectiva.

Y esa pérdida duele más de lo que imaginamos: nada frustra tanto como querer transmitir la grandeza de una escena y que el efecto no llegue al espectador. La buena noticia es que no es un problema de capacidad, sino de conocimiento.

Si no quieres que en tus pesebres ocurra lo mismo que con el dibujo de la bicicleta —dar por sabidas cosas que en realidad desconocemos—, los capítulos siguientes dedicados a la perspectiva pueden interesarte mucho más de lo que piensas. Allí encontrarás las claves para transformar unos pocos centímetros en un mundo vivo y creíble.

Y aún hay más. La perspectiva no nació en el Renacimiento: mucho antes, Egipto, Grecia y Roma ya habían intuido modos de representar la profundidad. Pero fue a partir de Brunelleschi, Alberti y Piero della Francesca cuando la perspectiva lineal se convirtió en ciencia, y con Leonardo da Vinci surgió también la perspectiva aérea o de color, que nos enseña cómo la atmósfera transforma lo que vemos. Más tarde, Durero llevó estos principios al grabado, Canaletto y Vermeer exploraron la cámara oscura, y en el siglo XX el cubismo rompió deliberadamente con todo lo anterior. En otras culturas, como la pintura china, se prefirió una “perspectiva dispersa” en lugar de la “focal” occidental, mostrando que no existe un único modo de imaginar el espacio.

Seguramente muchos belenistas nunca han oído hablar de estas otras perspectivas, y sin embargo todas ellas encierran claves que pueden inspirar la creación de un pesebre más convincente. En otro capítulo retomaremos esta historia fascinante, y hablaremos también de corrientes estéticas como el Wabi-sabi (la estética japonesa de lo imperfecto, lo efímero y lo incompleto), que nos recuerdan que no todo en el arte ha de ser perfecto. La imperfección, asumida con conciencia, puede ser fuente de belleza.

Pero para llegar a esa libertad primero hay que conocer las reglas: solo así podremos romperlas con intención, y no por simple desconocimiento.