¿Es confusión o un sinsentido en el foro de belenismo?
Las publicaciones son como una serie:
si te pierdes el primer capítulo o te saltas el orden, te perderás el hilo 🧵
Durante años, he observado cómo en el foro de belenismo en castellano se repiten algunos malentendidos que van más allá de simples desacuerdos terminológicos. Se trata de confusiones que afectan a la manera en que nombramos las cosas, y por tanto, a cómo las entendemos.
En este foro, encontramos títulos como:
- Índice de Artesanos Figuristas
- Índice de Artesanos Figuristas Clásicos
- Índice de Artesanos Figuristas Extranjeros
La intención puede ser buena: recopilar información y compartirla. Pero tanto el lenguaje como el sistema con el que se ordena y visibiliza esa información están lejos de ser neutrales, y terminan influyendo directamente en cómo se valora —o se invisibiliza— a los propios creadores.

¿Pero qué ocurre?
Nombrar mal también es borrar






¿Qué es un “figurista”? ¿Qué significa esa palabra? Ni siquiera la Real Academia Española la reconoce. Es un término que no existe oficialmente, que nadie fuera del mundo del belenismo o del modelismo utiliza —salvo quizás en catalán, con otro matiz—, y que parece haber sido creado para evitar llamar al escultor por su verdadero nombre.

Seamos claros: ¿quién hace figuras de pesebre o de otros tipos? ¿El churrero, el abogado... o el escultor?
¿Por qué cuesta tanto escribir escultor que hace figuras de pesebre o de otros tipos? ¿Tan difícil es?
Con una sola palabra inventada se consigue un doble efecto: se esquiva la categoría de “artista” y se diluye la autoría. Se habla de “artesanos figuristas” como si fueran simples fabricantes de cromos, estampas, soldaditos o muñecos de acción. Como si modelar una figura fuese una tarea repetitiva, sin alma ni firma. Como hacer churros… eso sí, “artesanales”.
Y esto no es un detalle menor. Si representamos el nacimiento de Aquel que vino a traer justicia, ¿no sería justo empezar por llamar a cada cosa por su nombre? ¿No merece el escultor —quien da forma con sus manos y su mirada— ser nombrado con precisión, sin eufemismos ni rebajas?
Piensa que, sin escultores, no hay figuras de pesebre. Podrá haber ejecutantes —es decir, artesanos—, pero estarán en pausa: sin obra que reproducir. Porque antes de cualquier copia, está el original. Y sin figuras, no hay pesebre. El escultor es el primer eslabón del belenismo, y por eso su autoría merece un respeto absoluto.
Un ejemplo claro: un escultor modela una figura original en arcilla o plastilina, y un taller produce copias en serie mediante moldes. Puede pintar o modificar acabados, pero la autoría sigue siendo del escultor. Este modelo ha sido habitual en muchos talleres —sobre todo en Olot o Murcia— donde los ejecutantes no son autores, sino multiplicadores de una creación ajena.
Cuando un ‘índice’ no es lo que parece
Es curioso el empleo de la palabra “índice”, porque debería indicar una lista neutra, ordenada según criterios objetivos (alfabético, cronológico, geográfico). En cambio, en el foro basta con que un cliente o interesado añada un comentario para empujar un nombre hacia arriba o hacia abajo. Eso convierte el supuesto “índice” en un escaparate susceptible de manipulación: las primeras posiciones reciben más clics (igual que en Google), mientras que los nombres relegados a páginas posteriores quedan prácticamente invisibles para el navegante.
Seamos francos: todos los nombres que aparecen en esos “índices” —salvo los históricos— persiguen dos objetivos principales: ganarse la vida con su trabajo y consolidar su marca personal. Como cualquier autónomo… o freelance, si lo prefieres. Porque hoy, si no te posicionas, no existes para el cliente; y si no vendes, no comes. Tan claro como eso.
¿Sigues creyendo que es neutral?
Si fueras tú quien está en la última página del “índice”, seguro que no lo verías neutral.
El lenguaje construye realidad.
Cuando lo usamos mal, también tomamos partido. Por eso este manual insiste en nombrar con precisión: el primer paso para valorar una obra es respetar a quien la crea; a eso se le llama empatía. Y esa empatía alcanza a todos los que aportan creatividad al pesebre —al que esculpe las figuras, al que concibe el escenario, al que diseña cada complemento— porque cada uno suma autoría. En cambio, reservaré la palabra “creador” para quienes verdaderamente originan algo; poseer una colección, por valiosa que sea, no equivale a crear, sino únicamente a poseer.
En el capítulo siguiente profundizaré en ese respeto legal y moral que protege la obra original. Te sorprenderá comprobar cuánto depende de nombrar y reconocer con justicia.
Pero ¿A quién se le ocurre semejante dislate?
“Índice de Artesanos Figuristas Clásicos”
Todos ellos son escultores de prestigio, con trayectoria reconocida en el ámbito del belén y de la escultura religiosa. Sin embargo, el foro los agrupa bajo la etiqueta genérica de “artesanos”.
Aquí se repite el mismo vicio terminológico: se llama “índice” a lo que no sigue ningún criterio objetivo. Basta con que un coleccionista reavive un hilo para que un nombre ascienda o descienda en la lista. Por si fuera poco, la etiqueta “clásicos” tampoco acierta del todo. Si se tratara de estilo, encontraríamos escultores de factura clásica en las otras dos listas; si hablamos de cronología, bastaría decir “históricos” o “fallecidos”. Tal como está, el rótulo confunde: mezcla maestros canónicos con otros nombres sólo por antigüedad, sin aclarar qué criterio determina su pertenencia al grupo.
En cuanto al término “figuristas”, lo dejamos de lado por vaguedad, imprecisión e indefinición. No nombra con justicia ni especificidad a quien crea figuras con intención artística, técnica y simbólica.
Esta es una pequeña muestra de los 56 nombres incluidos en el llamado “Índice de Artesanos Figuristas Clásicos” del foro belenismo.net, donde se agrupan figuras históricas que en realidad fueron escultores de referencia:
- Luisa Ignacia Roldán “La Roldana” (1652–1706) – Escultora barroca andaluza. Primera mujer registrada como escultora en la corte española. Escultora de Cámara del rey Carlos II, el máximo reconocimiento oficial.
- Francisco Salzillo (1707–1783) – Considerado el escultor más representativo del siglo XVIII en España y su obra es un pilar del Barroco.
- Ramón Amadeu i Grau (1745–1821) – Escultor catalán especializado en figuras religiosas y de pesebre.
- Damià Campeny i Estrany (1771–1855) – Escultor neoclásico catalán. Profesor en la Escola de Llotja de Barcelona. El rey Fernando VII le otorgó el título de escultor de cámara del rey y fue nombrado académico de San Fernando
- Domènec Talarn i Ribot (1812–1902) – Escultor belenista y académico. Destacado por su obra religiosa.
- Lluís Carratalà i Vila (1862–1937) – Escultor, actor y belenista modernista. Recibió la Creu de Sant Jordi por su contribución al belenismo.
- Y los 50 siguientes.
Las obras de esta breve selección de nombres, incluidos en el llamado “Índice de Artesanos Figuristas Clásicos” del foro belenismo.net, donde se agrupan figuras históricas que en realidad fueron escultores de referencia. Sus obras se estudian hoy en museos y manuales de historia del arte.
¿Hace falta seguir? Esta breve selección basta para demostrar lo incoherente —y culturalmente dañino— que resulta llamar “artesanos” a quienes fueron escultores reconocidos por su arte, técnica y legado.
Aplicar el término artesano a figuras como Luisa Roldán, Francisco Salzillo o Damià Campeny —todos ellos reconocidos unánimemente como escultores de primer nivel en la historia del arte español— es un error histórico y conceptual. Aquí no hay jerga belenista ni argumento que lo justifique.
La Jerga endogámica no Puede Reescribir la Historia: Una comunidad puede crear su propia jerga para referirse a prácticas contemporáneas o a sus propios miembros. Sin embargo, esa jerga endogámica pierde toda validez cuando se aplica retroactivamente para reclasificar a figuras canónicas de la historia del arte de una manera que contradice el consenso académico y cultural. Sería tan absurdo como si un club de coleccionistas de libros —que jamás han escrito una novela— decidiera crear un “Índice de copistas clásicos” para referirse a Cervantes, Shakespeare o Gabriel García Márquez. Puede que el título encaje en su jerga interna… pero no en la verdad histórica.
Quizás valdría la pena revisar la clasificación de 'Artesanos Figuristas Clásicos'
Un detalle que quizá desconoces:
En el Framework for Cultural Statistics de la UNESCO (FCS, 2009), aparece un dominio cultural titulado “Visual Arts and Crafts”, es decir, “Artes Visuales y Artesanías”. A primera vista parece una sola categoría… pero no lo es. El hecho de que la UNESCO las mencione juntas pero diferenciadas sugiere una distinción conceptual importante.

¿Por qué no son lo mismo?
Aunque ambas implican creatividad, habilidad técnica y expresión cultural, hay diferencias clave en su función, contexto y percepción:
- Propósito:
- Una escultura puede ser una obra única, creada con una intención estética, simbólica o conceptual.
- Una artesanía, como un jarrón o una cesta, tiende a tener un valor funcional, aunque en ciertos casos también alcanza un valor artístico. Todo depende del contexto cultural y de la intención del creador.
- Una figura esculpida o modelada no se convierte en arte “según el contexto”. Nace como obra artística, porque su intención expresiva ya está presente desde el primer trazo. Llamarla artesanía es ignorar su naturaleza escultórica.
- Contexto de creación:
- Las artes visuales suelen tener una autoría individual (el artista).
- Las artesanías están más ligadas a tradiciones colectivas y saberes transmitidos generacionalmente.
- Percepción y tratamiento institucional:
- En términos de políticas culturales, estadísticas o mercado del arte, la escultura se asocia con las Bellas Artes, mientras que la artesanía se vincula más con las llamadas “artes aplicadas” o incluso “artes menores” en algunos contextos institucionales.
Entonces…
Si la propia UNESCO establece esta separación, ¿por qué seguir metiendo en el saco de “artesanía” todo lo que implique manos, arcilla o tradición?
¿Qué tienen de tradicional la silicona, las resinas o el modelado en 3D?
¿De verdad queremos seguir llamando “artesano” a quien trabaja con nuevas tecnologías, firma sus obras y es autor de esculturas originales?
¿Desde cuándo una figura del Niño Jesús “sirve para algo”? No es un objeto útil: es una obra con sentido. Se contempla, se venera… y, sobre todo, la escultura original se crea con intención. Porque hoy, una máquina sola puede encargarse de la reproducción y, si me apuras, hasta de la pintura.
¿Entonces… dónde queda el artesano? ¿Dónde están los “exécutants”, los ejecutantes?
¿Y para eso hace falta un artesano? ¿O basta con pulsar “imprimir”, “pintar”… y dejar que lo ejecute la máquina?
Pero… ¿qué ocurre realmente?
Existe una distinción clave entre el escultor que concibe la obra original y el artesano ejecutante que la reproduce. El escultor aporta la visión creativa, la intención y el diseño único, impregnando la figura de un significado profundo que refleja su contexto cultural, espiritual o artístico.
El artesano ejecutante, por su parte, se encarga de materializar esa visión, ya sea mediante técnicas tradicionales o con la ayuda de herramientas modernas, como la reproducción mecánica.
Ahora bien, incluso en la reproducción, el artesano no es un mero operador. Su habilidad para interpretar la obra original, mantener su esencia y garantizar la calidad sigue siendo fundamental. Una máquina puede replicar formas con precisión, pero carece de sensibilidad para captar matices o ajustar detalles. El acabado, el cuidado en los gestos, la adaptación a materiales específicos… todo eso requiere criterio humano. La máquina ejecuta; el artesano interpreta.
El riesgo está en reducir al artesano a un simple pulsador de botones. Si la reproducción se automatiza por completo, se pierde el valor humano de la artesanía: la conexión con la tradición, el respeto por la obra original y la capacidad de dotar de vida cada copia. En ese sentido, el artesano ejecutante sigue siendo indispensable para que una reproducción no sea solo una copia vacía, sino una prolongación con alma del significado original.
De artesano a artista: una reivindicación que viene de lejos
Durante siglos, escultores, pintores y constructores eran considerados simples artesanos: ejecutores anónimos al servicio de encargos religiosos o señoriales. Pero en el Renacimiento —especialmente a partir del Quattrocento italiano (1350-1464)— algo empezó a cambiar.

Figuras como Brunelleschi, Donatello o Leon Battista Alberti defendieron que el arte no era solo hacer, sino también pensar, inventar, componer. Reivindicaron que un escultor debía ser reconocido como un creador intelectual, no solo como un ejecutor manual. Así nació el concepto moderno de artista.
Fuente: De Pictura, Leon Battista Alberti (1435). Historia general del arte europeo. Escuela de Florencia y el nacimiento del autor-artista.
¿Y hoy, 675 años después, seguimos llamando “artesano” a quien concibe y modela una figura original para el pesebre?
...!?
Porque todos los nombres incluidos en esos “índices” —sin excepción— han creado las figuras originales desde su propio bagaje artístico. Y eso marca una diferencia esencial: la producción o reproducción es otra cosa distinta a la creación.
En escultura existen dos roles claramente diferenciados: el autor y el ejecutante.
Llamar “artesano” al primero es una injusticia terminológica que confunde el acto de crear con el de reproducir, y borra lo más valioso: la autoría.

Tal vez el problema no esté en el escultor, sino en quienes no han comprendido que el lenguaje tiene consecuencias.
¿O quizá sí lo han comprendido… y por eso lo usan así?
A esto se le llama manipulación subconsciente.
Un vistazo a la realidad: la palabra que no aparece
En los debates teóricos puede parecer una cuestión semántica. Pero en la práctica, quienes crean figuras para el belén ya han elegido cómo se nombran ante el público. Basta con mirar los carteles oficiales de la X Feria Internacional de Belenismo 2025:

“Artistas”
Gianfranco Cupelli y Peter Rock
Amantea (Italia)

“Arte Presepiale”
Michele Buonincontro
Nápoles (Italia)

“Artista”
Fabio Squatrito
Misterbianco-Catania (Italia)

“Original”
Heide
Laion (Italia)

“Scultore”
Federico Iaccarino (Italia)

“Artista”
De Francesco
Nápoles

“Artista”
Emili Solé Carcolé
Riudaura (Gerona)

“Arte belenista”
Cristina Domínguez (Cádiz)

“Arte Belenista”
F. Javier Martín
Navalcán (Toledo)

“Sucesor de Ángel”
Martínez
El Puerto de Santa María (Cádiz)

“Arte Belenista”
Javier Aniorte
Callosa de Segura (Alicante)

“Artesanía”
Guilloto
El Puerto de Santa María (Cádiz)

“Complementos”
José Cruz
Córdoba

“Artistas”
El Portalico de Belén
El Altet (Alicante)

“Artistas”
Córdoba

“Creando Arte y Tradición Higinio”
Villarrobledo (Albacete)

“Escultor”
José Luis Mas
La Eliana (Valencia)

“Escultor”
Fran Carrillo
Totana (Murcia)

“Complementos”
Barsua 3D
La Palma del Condado (Huelva)

“Complementos”
Joaquina Hurtado
Lucena (Córdoba)

“Artesanía”
Mirete
Ceutí (Murcia)

“Arte Belenista”
Pepe Domínguez Miranda
Jerez de la Frontera (Cádiz)

“Complementos”
Riofrío
Alovera (Guadalajara)

“Artista”
Rubén Galindo
Sevilla

“Complementos”
Las Cosas de Vivi
Huesca

“Complementos”
Mibako Miniaturas
Valladolid

“Artistas”
Creaciones Tula
Pamplona

“Belenes Angeles Camara”
Juan Giner
Alicante

“Figuras Belenes”
Ángeles Cámara
Callosa de Segura (Alicante)

“Creaciones Artísticas”
Daimon
Piera (Barcelona)

“Napolitanos”
Vázquez & Luna
Medina-Sidonia (Cádiz)

“Animales de Barro”
Granada

“Arte Belenista”
Venezzola
Melide (La Coruña)

“Complementos”
FMAS Automatización
Montilla (Córdoba)

“Alfares”
Sevilla

“Pintor”
Reza Baharlou
Palencia

“Arte Sacro”
Hermanos Cerrada
Los Palacios (Sevilla)

“Escultora”
Montserrat Ribes
Càstellar del Vallès (Barcelona)
Ninguno de los participantes ha utilizado el término “artesano figurista” para presentarse. En su lugar, eligieron palabras como escultor, arte belenista, scultore o arte presepiale o el propio nombre del escultor o artista.
La realidad del lenguaje usado por los creadores actuales es clara: quien modela o talla figuras, se considera escultor o artista.
¿Por qué esto es importante?
Porque refleja cómo se ven a sí mismos quienes realmente crean: como artistas, no como simples ejecutores.
¿Y qué ocurre cuando se ignora cómo alguien quiere ser nombrado?
Entonces entramos en el terreno de la falta de empatía, justicia y, en cierto modo, de abuso de poder simbólico. Si alguien te dice: "Soy escultor, no artesano", y tú sigues llamándole artesano, estás imponiendo tu visión sobre su identidad profesional.
Esto vulnera un principio básico de respeto y justicia: dejar que cada cual diga quién es.
¿Por qué cuesta tanto decir “escultor”?
Nombrar parece fácil… hasta que incomoda. Y en este caso, parece que decir “escultor” levanta más resistencia de la que cabría imaginar. ¿Por qué ocurre? ¿Qué se intenta evitar? Para entenderlo mejor, propongo un pequeño ejercicio: ponernos, aunque sea por un momento, en la piel de tres perfiles distintos que podrían ofrecernos pistas sobre esta insistencia en rebajar el término.
Vistas así las cosas, tal vez lo que se intenta evitar no es una palabra, sino lo que esa palabra visibiliza: la autoría. Y cuando se invisibiliza al autor, no se gana neutralidad. Se pierde verdad.
Cuando nombrar con justicia se vuelve incómodo
A menudo, el impacto de nombrar mal y de menospreciar el trabajo artístico no es una abstracción. Para entender cómo se manifiestan en la práctica, comparto un caso real que pone de relieve la importancia de nombrar con justicia y proteger la integridad del creador.
Durante años formé parte activa de aquel foro. Participé con respeto, compartí conocimientos y, en su momento, sugerí un simple cambio: que el llamado “Artesanos Figuristas” pasara a titularse “Escultores Belenistas”. Mi propuesta no fue una imposición, sino una llamada a la coherencia. Porque si hablamos de arte, si valoramos la creación original, el término justo es escultor. Pero la respuesta fue clara: “Estás confundido”. Me dijeron que “figurista” y “artesano” eran las palabras correctas. No había argumentos, solo la autoridad de la costumbre.
¿Quién decide esas palabras? ¿Con qué autoridad? ¿Y con qué consecuencia?
El foro se había convertido últimamente en una sucesión constante de contradicciones: ofreces toda clase de explicaciones detalladas y lo único que recibes a cambio es indiferencia, desprecio o descalificación, con la rara excepción de un 'me gusta' sin comentario. No hay debate real, ni argumentos que contrastar; simplemente etiquetas, calificativos vacíos, y poco más. Por eso digo que ese foro terminó siendo la antítesis exacta de lo que explico en este manual, y permanecer allí habría sido una contradicción imposible de asumir. El vaso se llenó al constatar que la inercia del foro protegía la vulneración de sus propias reglas y permitía la desvalorización explícita de la obra ajena. Al caer no una gota, sino un chorro de agua al vaso que ya estaba al borde, decidí darme de baja y hacer mis maletas, porque es mi equipaje como artista.
Ese gesto, al parecer, fue imperdonable: bastó para que aparecieran dos comentarios personales, sin fundamento. al más puro estilo: ataque personal sin piedad. Opiniones sin argumentos. Juicios sin conocimiento. Palabras vacías, sin ética ni fundamento. Falacias acompañadas de sentimentalismo para persuadir. —Y unos cuantos picaron el anzuelo envenenado y aplaudieron con un "me gusta"—.
Mis dos detractores se revelaron como charlatanes: pretendidos expertos en arte, ajenos a lo que significa ser escultor hoy. Con una elocuencia vacía, intentaron juzgar lo que ignoran —incluida mi propia decisión. Sus juicios sin conocimiento, esas palabras vacías y falaces envueltas en sentimentalismo, no eran más que el reflejo de una pretensión que busca disfrazar su propia falta de comprensión y su resistencia a cualquier cambio que amenace lo establecido. En el fondo, su "molestia" no era por un disenso legítimo, sino por la pérdida de un recurso que ya no les alimentará más, la pérdida de una voz que desafiaba su cómoda mediocridad. Un acto, además, de clara cobardía, al aprovechar mi ausencia y evitar el enfrentamiento cara a cara o la posibilidad de un debate argumentado. ¿Acaso mi decisión legítima de marcharme necesita algún permiso y explicación extra?
Establecer límites es un derecho inalienable de cualquier individuo, una forma de proteger su espacio personal, su tiempo, su energía y su bienestar mental.
Y no, no citaré sus nombres ni responderé con la misma moneda. No creo en atacar desde la ausencia, como hicieron ellos. Prefiero explicar los hechos con argumentos, no con descalificaciones vacías.
Y si lo explico aquí, en el manual, no es para devolver golpes, sino para desmontar un grave error: nombrar mal y faltar al respeto al trabajo del escultor.
Entonces me pregunté: ¿acaso no puede uno marcharse por discrepar?
¡Como si la libertad de marcharse se hubiera convertido en una falta gravísima que merece castigo!
Lo entendí al instante tras los comentarios: no era solo disenso, era pérdida. La pérdida de alguien que aportaba contenido y que ya no alimentaría más un foro envejecido en sus formas y discursos.
Pero, si alguno de ellos me lee hoy, quiero decirle algo con sinceridad: gracias. Gracias por valorarme tanto como para dedicarme su tiempo. Pocas cosas dicen más de una obra que el revuelo que causa cuando incomoda lo establecido.
¿Qué sentido tendría permanecer en un “Índice de Artesanos Figuristas” que niega la autoría que defiendo en cada página de este manual?
¿Acaso uno ha de ser hipócrita, cínico, incoherente para agradar a unos ...?
Si me buscas, no me encontrarás en el foro, por lo visto hice bien en exigir la ley de la propiedad intelectual.
Bon vent i barca nova!
Seguir creando y dar un nombre justo a lo nuevo en otro puerto quizá sea la mejor forma de avanzar
Nombrar con justicia es respetar
En cuestiones de identidad profesional, no basta con usar el término más habitual: hay que usar el más justo, el que nombra correctamente la labor que alguien realiza.
Cuando un escultor dice: “No soy artesano, soy artista, soy autor de mis obras”, y aún así se le encasilla como “artesano figurista”, no estamos siendo neutrales. Estamos borrando su palabra con la nuestra.
Esto vulnera un principio básico de respeto y justicia: dejar que cada cual diga quién es.
¿Y si empezáramos por nombrar con justicia a quienes dan forma a ese nacimiento con sus propias manos?
No se trata solo de una confusión terminológica. Hay quienes, desde su papel de moderadores o coleccionistas entusiastas, acaban moldeando el relato del belenismo a su medida. No han estudiado Bellas Artes ni Historia del Arte, porque el arte se estudia, se actualiza, se revisa, se reflexiona. Aun así, pretenden decidir qué palabras deben definir a quienes sí crean: los verdaderos escultores, artistas, autores.
Ahí es donde aparece el verdadero problema: Porque cuando quien no crea figuras pretende imponer la identidad de quien sí crea lo más esencial del belén —las figuras—, el conflicto no es solo semántico: es una apropiación indebida de la voz del creador. Es el caso, por ejemplo, del engaño de la falsa pátina, una invención que intenta atribuir la autoría de una figura al coleccionista por el mero hecho de encargarla, reduciendo al escultor a un simple ejecutor. Esto es un signo evidente de egocentrismo, que niega el verdadero proceso creativo y el bagaje artístico del autor.
Es un recordatorio necesario: en cualquier disciplina artística, la voz de quienes crean debería tener prioridad sobre la de quienes, aunque apasionados, no participan directamente en el proceso creativo. Esto no significa negar el valor de coleccionistas o moderadores, pero sí recordar que su visión no debe imponerse por encima de la de los artistas.
Y conviene recordarlo, incluso para los más incrédulos: sin artistas, no hay figuras… y sin figuras, no hay pesebre, ni colección, ni foro que moderar.
Porque sin figuras, no hay belén. Hay paisaje, hay escenografía… pero no hay relato que contar.
Patrimonio Inmaterial: ¿La corona de la incoherencia?
Hemos expuesto aquí cómo la precisión en el nombramiento es un acto de respeto fundamental. Pero, ¿qué ocurre cuando la propia declaración de un patrimonio cultural oculta su verdad? Existe una incoherencia moral y conceptual en los cimientos mismos de ese reconocimiento oficial, una que pocos conocen y que aquí te invitamos a descubrir. Prepárate para entender un lado del belenismo que nunca te habían contado.