Dos caminos hacia la realidad: el desafío de la perspectiva
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A comienzos del siglo XV, los artistas europeos debían resolver un mismo problema: ¿cómo crear la ilusión de tres dimensiones en una superficie plana? La respuesta no fue única. Surgieron dos metodologías distintas, nacidas en contextos culturales diferentes pero con un objetivo compartido: convertir la pintura en una ventana ilusionista y verosímil hacia la realidad. Un desafío que siglos después seguimos enfrentando quienes, como los belenistas, buscamos crear mundos coherentes en miniatura.
En Italia, y en particular en Florencia, la perspectiva se concibió como una forma de ciencia y razón. De la mano de Brunelleschi, Masolino da Panicale, Masaccio y Alberti, la geometría y las matemáticas se convirtieron en la base de un sistema lineal que organizaba el espacio en torno a un punto de fuga.
En Flandes —los Países Bajos y la actual Bélgica—, el camino fue distinto. Pintores como Jan van Eyck o Rogier van der Weyden no partieron de la geometría, sino de la observación empírica. Su perspectiva era óptica y atmosférica: basada en la luz, los reflejos y el detalle minucioso. Este enfoque, más próximo al ojo humano que a la regla matemática, ofrece una visión sensible y casi táctil del mundo representado. En belenismo trabajamos precisamente con esta doble visión —rigor geométrico y apariencia sensible— para construir una ilusión coherente y emocionalmente convincente.
Recordatorio (Manual): en belenismo empleamos ambas miradas —el rigor geométrico italiano y la apariencia sensible flamenca—; no nos limitamos a la perspectiva arquitectónica estricta.
Por eso, si te intriga lo que rara vez se cuenta, sigue leyendo: seguro que sacarás ideas útiles para crear tus pesebres.
Cómo leer este paralelismo
Para comprender con claridad la evolución de la perspectiva en el siglo XV, no seguiremos un único hilo cronológico europeo. La historia se bifurcó en dos caminos paralelos, y solo al estudiarlos de forma comparada podremos apreciar la magnitud de la transformación que supuso en el arte y la percepción visual.
Italia (Florencia): exploraremos cómo arquitectos, pintores y escultores, a partir de los experimentos de Brunelleschi, desarrollaron un método geométrico que sentó las bases de la perspectiva lineal.
Flandes (Países Bajos y Bélgica): veremos cómo los pintores flamencos, desde Jan van Eyck hasta los miniaturistas de las Très Riches Heures, dieron forma a una perspectiva óptica y atmosférica, basada en la observación minuciosa de la luz, el ambiente y los materiales.
Estos dos procesos no deben entenderse como etapas sucesivas —primero Italia y luego Flandes—, sino como respuestas simultáneas y complementarias a un mismo desafío visual. Mientras en Florencia se aspiraba a construir un espacio racional y matemáticamente ordenado, en el Norte se buscaba una fidelidad visual que captara las sutilezas de la luz, los reflejos y las texturas del mundo sensible.
La síntesis escenográfica: razón y sensibilidad para el belenista
En definitiva, lo que buscamos los belenistas es crear un pesebre que transmita profundidad y verdad visual, capaz de conmover a través de la escenografía. Por eso resulta tan valioso conocer ambas tradiciones: la precisión geométrica de Italia y la sensibilidad óptica de Flandes. Fusionadas, ofrecen al belenista un lenguaje visual completo, donde la regla —o el hilo que traza las líneas de fuga— y el ojo se alían para dar vida al espacio sagrado del belén.
Comencemos, entonces, por Italia. Fue allí, en el corazón del Renacimiento florentino, donde la perspectiva dejó de ser un secreto de taller para convertirse en ciencia, y en la piedra angular de toda escenografía que aspira a conjugar emoción, orden y profundidad.
La perspectiva como ciencia en Florencia
En la Florencia del siglo XV, el Renacimiento [1] abrió un horizonte nuevo. Allí, la perspectiva lineal dejó de ser un recurso aislado, basado en la práctica y la intuición, para comenzar a entenderse como un lenguaje científico sustentado en la óptica, la geometría y las matemáticas. Este proceso fue gradual: surgieron pioneros, hubo resistencias, y durante un tiempo la nueva visión convivió con formas de representación heredadas del mundo medieval. No fue solo un hallazgo técnico, sino un cambio de mirada, capaz de ordenar el espacio según reglas precisas, racionales y verificables.
La pintura, la escultura y la arquitectura dejaron entonces de ser oficios manuales para considerarse ciencias aplicadas, al fundamentarse en principios medibles y demostrables. Esta transformación también dignificó al artista: ya no era solo un ejecutor "artesano", sino un pensador, un intelectual capaz de concebir y demostrar ideas visuales.
La consolidación de este sistema en Florencia fue obra de una serie de figuras clave. Filippo Brunelleschi llevó a cabo los experimentos que revelaron empíricamente el principio del punto de fuga. Masolino, en la Goldman Annunciation (1424), y Donatello, en el relieve del Festín de Herodes (c. 1425), fueron pioneros en aplicar estas reglas a la pintura y la escultura. Poco después, Masaccio utilizó la perspectiva con una fuerza narrativa sin precedentes en la Trinidad (c. 1427) y en los frescos de la Capilla Brancacci.
El método fue sistematizado por Leon Battista Alberti en su tratado De pictura (1435), que elevó la pintura al rango de disciplina intelectual. Piero della Francesca avanzó hacia una visión matemática más pura en el De prospectiva pingendi, mientras que su discípulo Luca Pacioli reforzó la base geométrica en la Divina proportione, obra ilustrada por Leonardo da Vinci. Este último, además, amplió el horizonte con su investigación sobre la perspectiva aérea, introduciendo gradaciones de luz y atmósfera.
Finalmente, Rafael alcanzó una síntesis ejemplar con la Escuela de Atenas (1510), donde se integran la monumentalidad clásica, la precisión lineal y las primeras soluciones de perspectiva oblicua. Con él, la perspectiva científica alcanzó su madurez en el marco del ideal renacentista.
El criterio de la cronología
En este bloque nos centraremos en las primeras obras realizadas antes de 1435, año en que Leon Battista Alberti publicó su tratado De pictura y convirtió el secreto de taller en teoría escrita. Hasta entonces, la perspectiva lineal se transmitía de forma oral y práctica, circulando entre arquitectos, escultores y pintores en el entorno florentino.
El orden que seguiremos no será biográfico, sino el de las primeras obras donde aparece con claridad la perspectiva cónica de un único punto de fuga. Este enfoque nos permitirá observar, paso a paso, cómo se afianza la nueva ciencia del espacio. Partiremos de los ensayos iniciales de Masolino en la Fundación de Santa Maria Maggiore, continuaremos con el relieve en bajorrelieve de Donatello, y recorreremos las escenas narrativas de la Capilla Brancacci. A partir de allí, veremos cómo Masaccio alcanza un rigor monumental en la Trinidad, punto de inflexión que abrirá el camino a la elegancia devocional de Fra Angelico, la obsesión geométrica de Paolo Uccello y la culminación matemática de Piero della Francesca.
Nota metodológica: Muchas atribuciones en el Quattrocento presentan márgenes de duda. Algunas fechas están documentadas mediante contratos o inscripciones, mientras que otras se establecen por análisis estilístico y comparativo. Aquí seguimos la cronología más consensuada por la historiografía especializada, con el objetivo de facilitar al lector la comprensión del desarrollo progresivo de la perspectiva en sus primeras décadas.
Filippo Brunelleschi y el descubrimiento de la perspectiva
A comienzos del siglo XV, en Florencia, el arquitecto, ingeniero y escultor Filippo Brunelleschi (1377–1446)[2] llevó a cabo los experimentos que lo consagrarían como el verdadero descubridor de la perspectiva lineal[3]. Hasta ese momento, pintores como Giotto, Duccio o Ambrogio Lorenzetti habían ensayado aproximaciones espaciales, pero sin una base científica ni un uso sistemático del punto de fuga.

Raíces científicas: de Alhacén a Brunelleschi
El hallazgo de Brunelleschi no fue un acto aislado ni surgió de la nada. Siglos antes, el científico árabe Ibn al-Haytham (Alhacén; c. 965–c. 1040)[5] había formulado en su Libro de óptica (1011–1021)[6] —traducido al latín como De aspectibus— la teoría de que la visión se produce porque la luz entra en el ojo en líneas rectas. Este principio legitimaba la representación geométrica del mundo visible.
Estas ideas llegaron a Europa a través de pensadores medievales como Roger Bacon (c. 1220–1292)[7] y Witelo (c. 1230–¿1280/1314?)[8], autor de la influyente Perspectiva. Witelo no solo sistematizó la óptica de Alhacén, sino que incorporó reflexiones sobre la psicología de la visión —asociación de ideas, percepción y memoria— y sobre la luz como emanación divina, en sintonía con el platonismo medieval.

Este legado óptico —de Alhacén a Bacon y Witelo— formó parte del contexto intelectual del Renacimiento. Aunque Brunelleschi realizó sus experimentos hacia 1415 sin dejar escritos, esas nociones sobre la visión ya circulaban en los ambientes cultos de la época. Décadas más tarde, Lorenzo Ghiberti[9], en su Commentario terzo (1452–1455)[10], confirma la influencia directa de estas fuentes (Alhacén, Ptolomeo, Bacon) al dar fundamento teórico al arte visual. El tratado de Ghiberti demuestra que el trasfondo científico de la perspectiva estaba presente y activo en el entorno donde Brunelleschi desarrolló su método.
Nota histórica: La obra de Alhacén no se quedó en los claustros latinos. A finales del siglo XIV fue traducida al italiano como De li aspecti, lo que permitió que orfebres, escultores y pintores accedieran a estas ideas sin necesidad de formación académica en latín. Este dato explica mejor cómo pudieron influir en figuras como Ghiberti o el propio Brunelleschi.
A. Mark Smith, Alhacen's Theory of Visual Perception, Transactions of the American Philosophical Society, 91(5), 2001. Señala que, a través de Ghiberti, el Libro de óptica de Alhacén «bien pudo haber sido central» para el desarrollo de la perspectiva artificial en la pintura italiana del primer Renacimiento.
David C. Lindberg, Roger Bacon and the Origins of Perspectiva in the Middle Ages, Clarendon Press, 1996.
Recurso actual: el proyecto Thinking 3D: Book on Optics[11] ofrece una introducción visual comentada al Libro de óptica de Alhacén y su influencia en la perspectiva occidental.
Los experimentos con las tablillas
Brunelleschi pintó dos pequeñas tablas: una con la vista del Baptisterio de San Juan[12] y otra con la plaza del Palacio de la Señoría[13]. En la primera, perforó un orificio a la altura del punto de visión y, al colocar un espejo delante, lograba que la pintura coincidiera exactamente con la visión real del edificio. Así demostró que todas las líneas paralelas convergen en un único punto lejano: el punto de fuga. En la segunda tablilla, recortó el perfil de los edificios para compararlos directamente con la realidad de la plaza. Aunque no se han conservado, conocemos estos experimentos gracias al testimonio de su biógrafo, Antonio Manetti[14].
Nota didáctica:

La arquitectura como laboratorio
Brunelleschi aplicó estas mismas reglas de proporción en su obra arquitectónica. Para él, el edificio debía concebirse desde la visión del espectador, respetando la lógica de un único punto de vista. Su cúpula de Santa Maria del Fiore[15][16] no solo es un prodigio técnico, sino también un manifiesto visual de armonía y proporción. En su caso, la arquitectura se convirtió en un verdadero laboratorio de perspectiva, donde las leyes del dibujo se tradujeron en construcción real.

La huella de Brunelleschi en la perspectiva renacentista
Con sus experimentos visuales, Filippo Brunelleschi abrió un camino que cambió para siempre la manera de representar el espacio. A partir de ese punto de inflexión, distintos artistas y teóricos en la península itálica comenzaron a aplicar —y a transformar— las nuevas reglas de la perspectiva lineal. Antes de que Alberti las fijara por escrito, la perspectiva ya se estaba probando en obras concretas, como una herencia práctica que circulaba entre arquitectos, escultores y pintores.
Antes de 1435: las primeras pruebas de la perspectiva
La Florencia de comienzos del Quattrocento era un auténtico laboratorio de ideas. Arquitectos, escultores y pintores compartían espacios, talleres y encargos, y el descubrimiento de Brunelleschi se difundía de boca en boca, sin necesidad de tratados. Masaccio, amigo personal de Brunelleschi, formaba parte de ese entorno descrito por Giorgio Vasari (1511–1574)[17], en el que también trabajaban Masolino, Donatello y otros artistas vinculados a la iglesia del Carmine y al barrio de San Niccolò Oltrarno.
La perspectiva aún no se había codificado, pero ya era objeto de conversación, de experimentación y de transmisión informal entre colegas. No se aprendía en libros, sino en el taller, con las manos y los ojos. Era un saber compartido en el hacer, propio de una comunidad de artistas que, sin saberlo del todo, estaban inventando una nueva forma de ver.
Nota histórica: La vida artística de Florencia no se limitaba a los grandes palacios del centro, sino que tenía su corazón operativo en barrios como San Niccolò, donde los artistas vivían, trabajaban y daban forma al nuevo lenguaje del arte. Estudios modernos sobre la organización de los gremios y la vida de los artistas —como los de Richard A. Goldthwaite, The Building of Renaissance Florence[18], y Michael Baxandall, La experiencia de la pintura en el Quattrocento[19]— analizan en detalle cómo funcionaba el sistema de talleres y la importancia de la interacción personal y la competencia. La ubicación de muchos de estos talleres en el Oltrarno es un dato recurrente en la historiografía contemporánea.
Masolino da Panicale: la transición hacia la nueva mirada
Masolino da Panicale (1383–1447)[20] representa un momento de transición clave en la pintura del Quattrocento. Mayor que Masaccio (1401–1428), y formado en el estilo elegante del gótico internacional italiano[21], fue, sin embargo, uno de los primeros artistas en aplicar con claridad los principios de la perspectiva lineal. Su obra se sitúa en una encrucijada: entre la sensibilidad decorativa medieval y la nueva ciencia del espacio impulsada por Brunelleschi.
La Fundación de la Iglesia de Santa Maria Maggiore (1423)[22][23]
Este panel, realizado para la basílica de Santa Maria Maggiore en Roma, representa al papa Liberio trazando la planta de la iglesia durante una nevada milagrosa ocurrida, según la tradición, en el siglo V. La obra fue encargada en el marco de la restauración urbanística impulsada por el papa Martín V tras el fin del Cisma de Aviñón.
Masolino compone la escena haciendo converger con notable precisión las líneas arquitectónicas hacia un punto de fuga central, lo que muchos consideran la primera aplicación plenamente consciente de este principio en la pintura italiana. A pesar de mantener recursos del estilo gótico —figuras estilizadas, ornamentación—, la organización espacial obedece ya a una lógica nueva: la del espacio racionalmente construido.

Encargada en Roma en tiempos del papa Martín V, hoy conservada en la Galleria Nazionale di Capodimonte, Nápoles.
El papa Liberio (probablemente con el rostro de Martín V) diseña la planta del templo durante la nevada milagrosa.
Esta obra marca un momento decisivo: muestra cómo la perspectiva comenzaba a abrirse paso en la pintura, no desde la teoría, sino desde la observación práctica y la voluntad de orden.
Masolino y la Goldman Annunciation (1424)
La llamada Goldman Annunciation (1424)[24], conservada en la National Gallery of Art de Washington, es uno de los experimentos más sofisticados de perspectiva arquitectónica en el primer Quattrocento. Su datación es segura gracias a la firma y la fecha inscritas en el marco original, lo que la convierte en un testimonio clave de los primeros años posteriores a los experimentos de Brunelleschi.

National Gallery of Art, Washington. Firmada y fechada en el marco original (procedente de San Niccolò Oltrarno, Florencia).
La profundidad se construye mediante la fuga de arcos, casetones y puertas.
Una arquitectura que se abre al espectador
Masolino sitúa el punto de fuga muy bajo, obligando al espectador a mirar la escena como si esta estuviera situada en un plano más elevado. La arquitectura se presenta abierta frontalmente, como si la observáramos desde el otro lado del arco, a modo de embocadura teatral. Con ello, no solo organiza la escena según las reglas de la nueva perspectiva, sino que invita a asomarse a un espacio íntimo y elevado, que se despliega ante los ojos como un recinto sagrado al que el espectador accede visualmente.

Análisis de perspectiva: las líneas ortogonales convergen en un punto de fuga muy bajo, situado casi a la altura de los pies de la Virgen. Esta elección refuerza la apertura frontal de la arquitectura y desplaza el protagonismo hacia el techo casetonado, convertido en la verdadera superficie demostrativa de la perspectiva.
¿No te recuerda este recurso a los dioramas belenistas, donde el espectador contempla el interior de una escena cerrada por tres lados y abierta en el cuarto?
Desde ese horizonte tan bajo, incluir un enlosado perspectivo habría forzado la composición o incluso la habría hecho incoherente. Por eso, Masolino prescinde del suelo como superficie protagonista y convierte el techo casetonado en el auténtico soporte de la demostración espacial. La mirada no se pierde en una fuga inferior, sino que se eleva hacia la arquitectura que cobija la escena, subrayando su dimensión sagrada. En ese fondo visual —en el corazón mismo del cuadro— Masolino introduce, además, un símbolo geométrico de alto contenido espiritual.
¿Por qué situar el nudo de Salomón en el punto de fuga?
En el Quattrocento, el punto de fuga no era un simple recurso técnico: era el núcleo invisible que organizaba todo el espacio. Al colocar allí un nudo de Salomón[25], Masolino convierte una solución matemática en un emblema visible. No se limita a aplicar la técnica: la enuncia. Marca el centro geométrico con un símbolo que habla de unidad, eternidad y perfección.

En el punto de fuga se sitúa un nudo de Salomón pintado en el pavimento, convertido en emblema de unidad y eternidad dentro de la arquitectura perspectívica.
En la Florencia del siglo XV, el nudo de Salomón poseía múltiples connotaciones: era símbolo de sabiduría y justicia por su asociación con el rey bíblico; ornamento de prestigio en escudos y tejidos; y figura de perfección geométrica en pavimentos y artes decorativas. Masolino lo introduce en el centro visual del cuadro como una señal de armonía entre fe, razón y belleza. Funde así la tradición simbólica con la nueva lógica del espacio renacentista.
Nota: Esta elección convierte a la obra en un caso excepcional: ningún otro pintor del Quattrocento sitúa con tanta claridad un motivo alegórico justo en el punto de fuga, con plena conciencia simbólica.
Precisión geométrica excepcional

Análisis de perspectiva: los oblicuos a 45° fugan correctamente en la línea del horizonte. En la puerta del fondo, la hoja derecha sigue ese mismo ángulo, mientras que la hoja izquierda se abre hacia un ángulo cercano a 60°, por lo que fuga hacia un punto diferente. Esta diferencia no es un error, sino la representación fiel de dos ángulos reales distintos dentro del mismo espacio construible.
Los oblicuos a 45° se proyectan a puntos de distancia sobre la misma línea del horizonte, cumpliendo con rigor la lógica de la perspectiva central. Incluso las variaciones entre puertas abiertas en ángulos distintos obedecen a una coherencia geométrica precisa, poco frecuente en la pintura de la época. La obra demuestra que Masolino —formado en el gótico internacional— entendía y aplicaba con sorprendente maestría los nuevos principios del espacio pictórico.
De la teoría a la práctica
¿Te imaginas contemplar esta tabla alineando la línea del horizonte con la altura de tus ojos? Es entonces cuando el efecto se vuelve realmente espectacular. Brunelleschi había concebido la perspectiva como un sistema científico: sus tablillas eran demostraciones precisas, pero no obras artísticas en sí mismas.
Masolino, en cambio, toma esa teoría y la convierte en una experiencia emocional y visual. La Goldman Annunciation no solo convence al intelecto: conmueve al ojo. El espectador no analiza la perspectiva: la siente, como si pudiera “entrar” en el espacio representado. Esta dimensión de trampantojo*, puesta al servicio de una narración sagrada, transforma la obra en un hito del arte occidental.
* El término trampantojo[26] designa una pintura que engaña al ojo del espectador, creando la ilusión de realidad en una superficie plana.
Masolino y Masaccio: un diálogo en la Capilla Brancacci

Decorada por Masolino y Masaccio entre 1424 y 1428 con escenas de la vida de san Pedro. Ha sido llamada la “Capilla Sixtina del primer Renacimiento” por su enorme influencia en la historia del arte.
El patrón de la decoración fue Felice Brancacci, próspero mercader en sedas y diplomático en El Cairo, que al regresar en 1423 decidió ornamentar su capilla familiar en la iglesia del Carmine[27]. En 1424 contrató a Masolino da Panicale, quien entonces colaboraba con el joven Masaccio, dieciocho años menor.
Aunque durante mucho tiempo se pensó que Masaccio era discípulo de Masolino, hoy sabemos que no fue así. Desde 1422, Masaccio estaba registrado como maestro independiente en el gremio de pintores (Arte de’ Medici e Speziali)[28] y recibía encargos por cuenta propia. Diversos estudios sugieren que hacia 1423 ambos compartían una bottega común, trabajando como socios más que en una relación de subordinación. De esa colaboración nacieron obras como la Santa Ana Metterza[29] y el ciclo de frescos sobre la vida de san Pedro en la Capilla Brancacci.
Su diálogo artístico se define por un aspecto esencial: ambos aplicaron la perspectiva cónica frontal. Sin embargo, cada uno lo hizo a su manera. Por eso, en las escenas siguientes, analizaremos caso por caso cómo cada pintor organiza el espacio. A pesar de la diferencia de estilos —Masolino aún conservaba un aire gótico, mientras Masaccio introducía una monumentalidad rotunda y un dramatismo inédito—, aquí nos centraremos exclusivamente en el uso de la perspectiva como recurso visual.
La perspectiva en Masolino: un espacio convincente, pero disperso

Fresco, 255 × 598 cm (fresco completo).
Capilla Brancacci, Santa Maria del Carmine, Florencia.
En la Curación del cojo y resurrección de Tabita, Masolino adopta las reglas de la perspectiva cónica frontal y logra construir uno de los espacios urbanos más coherentes de su tiempo. La plaza, las fachadas y la calle lateral obedecen a una estructura geométrica bien definida. No obstante, la escena se presenta fragmentada: distintas acciones conviven dentro del mismo marco, y una multitud de detalles —objetos colgados, animales, transeúntes— enriquecen la escena pero desvían la atención. La perspectiva aquí funciona como escenario creíble, pero aún no como lenguaje narrativo.
El punto de fuga como clave narrativa en Masaccio

Fresco, 255 × 598 cm (fresco completo).
Capilla Brancacci, Santa Maria del Carmine, Florencia.
En cambio, Masaccio da un paso más. En su célebre Pago del tributo, el punto de fuga se convierte en el verdadero eje estructural de la escena. Lo sitúa nada menos que en la boca de Cristo, de donde emerge la Palabra. Así, el centro geométrico coincide con el centro teológico: todo el espacio —y con él, la narración entera— gira en torno a la enseñanza de Cristo. La perspectiva deja de ser un mero soporte técnico para convertirse en lenguaje dramático y signo teológico.
Podemos entender esta evolución en tres niveles complementarios:
- Perspectiva como herramienta técnica: permite representar el espacio tridimensional con rigor matemático.
- Perspectiva como recurso compositivo: estructura la escena, jerarquiza elementos y orienta la mirada.
- Perspectiva como lenguaje simbólico: concentra el significado dramático o espiritual en un punto preciso, como hace Masaccio al situar el punto de fuga en la boca de Cristo.
Brunelleschi había demostrado las leyes de la perspectiva con un método riguroso, pero su experimento era aún una demostración abstracta. No era arte, sino ciencia visual. La verdadera transformación ocurrió cuando Masaccio y Masolino llevaron ese sistema al terreno de la narración visual.
Para ellos, la perspectiva no fue un cálculo frío, sino una forma de significar. Se convirtió en estructura narrativa y en centro simbólico de la escena.
Masaccio, en El pago del tributo, subraya la autoridad de la Palabra. Al ubicar el punto de fuga en la boca de Cristo, fusiona la construcción geométrica con el mensaje teológico: todo el orden visible se sostiene en su Verbo (Verbum Dei).
Masolino, en la Goldman Annunciation, emplea el punto de fuga como signo simbólico. Al anclarlo en el nudo de Salomón, convierte la convergencia matemática en un emblema de perfección y unidad.
Ambos demuestran que la perspectiva en el Renacimiento no fue solo una conquista óptica, sino una revolución del sentido. La geometría se hizo lenguaje, y el punto de fuga pasó de ser una herramienta de construcción a convertirse en el centro visual del pensamiento.
Donatello y el Festín de Herodes

El relieve en bronce del Festín de Herodes (c. 1423–1427)[30][31], realizado por Donatello (Donato di Niccolò di Betto Bardi)[32] para la pila bautismal del Baptisterio de Siena[33][34], es una obra clave en la historia de la escultura renacentista y en la aplicación de la perspectiva lineal. Fue su primer relieve en bronce, dentro de un programa inicialmente encargado a Jacopo della Quercia. Donatello asumió este panel tras un anticipo en 1423, completándolo en 1427. Al conjunto se añadieron luego esculturas de las Virtudes, entre ellas Fides y Spes, también de su mano (1429).
1. El sistema geométrico
En apenas 60 × 61 cm, Donatello logró construir un espacio tridimensional convincente, aplicando con rigor el principio de perspectiva de punto único. Amigo de Brunelleschi, trasladó a la escultura los principios que este había formulado en arquitectura y pintura.
Punto de fuga central

El punto de fuga central (en azul) hace converger todas las ortogonales en la arcada del fondo, a la misma altura de visión que las figuras del primer plano (en blanco). Esta coherencia geométrica garantiza la ilusión de profundidad en un relieve de apenas unos centímetros de grosor.
Pavimento ajedrezado
La cuadrícula del suelo se contrae hacia ese punto, actuando como una superficie demostrativa del nuevo sistema espacial.

Arquitectura clásica
Los arcos de medio punto, las columnas y la disposición axial evocan un interior romano, modulando la profundidad mediante la reducción proporcional de los elementos arquitectónicos.
2. Perspectiva y técnica del stiacciato
La genialidad de Donatello radica en combinar una estructura bidimensional (la perspectiva cónica) con un medio tridimensional (el relieve). Esta fusión cobra forma mediante el stiacciato[35], técnica que modela los volúmenes en niveles decrecientes de profundidad:
- Primer plano: figuras en altorrelieve (Herodes, comensales, el sirviente con la cabeza).
- Plano medio: músicos y testigos, en un relieve más bajo que articula la transición espacial.
- Fondo: arquitectura y episodios distantes, apenas insinuados, como visión desvanecida en la lejanía.
Este juego de niveles permite fusionar masa física e ilusión óptica, anticipando en escultura los efectos que lograría la pintura con perspectiva aérea.
¿No sigue, en esencia, el mismo principio que un diorama belenista de enfoque único? Una sucesión de planos: primer término volumétrico, planos medios modulados y fondo casi evanescente. Solo que aquí no se trata de escenografía tridimensional, sino de relieve comprimido con asombrosa profundidad visual.
3. Perspectiva y narrativa
Donatello no se limita a representar el espacio: lo usa como herramienta dramática. La perspectiva dirige la mirada, estructura la acción y potencia el relato:
- Vacío central: el tablero de la mesa y la cuadrícula del suelo generan un espacio despejado que atrae la vista hacia el fondo, contrastando la calma geométrica con la tensión emocional del primer plano.
- Narración continua: en un mismo marco se suceden dos episodios: al fondo, la ejecución de Juan; delante, la entrega de la cabeza y la reacción de Herodes. En el plano medio, tres figuras —una con instrumento— aluden, quizá, al ambiente festivo o a la danza de Salomé. Esta superposición de momentos, de raíz medieval, se adapta aquí al orden racional del espacio renacentista.
El Festín de Herodes demuestra cómo la perspectiva, lejos de ser una fórmula matemática, se convierte en herramienta visual y narrativa. Primero ofrece profundidad, luego estructura el espacio, y finalmente orienta el sentido. Donatello no solo aplica un sistema: lo transforma en arte. Con él, la geometría se vuelve lenguaje, y el relieve, escenario donde la mirada y el significado convergen.
Masaccio y la primera aplicación pictórica de la perspectiva

Masaccio (1401–1428)[37] fue el primer pintor que trasladó con plena coherencia las leyes descubiertas por Filippo Brunelleschi al campo de la pintura. Amigo personal del arquitecto, se cree que consultó con él para ejecutar su célebre fresco de La Trinidad[38], en Santa Maria Novella (Florencia). Frente a la intuición espacial de Giotto o Masolino, Masaccio construyó un espacio pictórico con rigor matemático, marcando un antes y un después en la historia del arte occidental.

Fresco, 667 × 317 cm. Santa Maria Novella, Florencia.
Considerada la primera obra pictórica que aplica con total exactitud las leyes de la perspectiva lineal.
1. El sistema geométrico y la ilusión espacial
El logro fundamental de Masaccio fue crear la ilusión de una capilla excavada en el muro (trampantojo) mediante una estructura perspectívica rigurosa. Grabó una cuadrícula directamente sobre el enlucido, aplicando con exactitud las leyes formuladas por Brunelleschi. Incluso los clavos de la cruz están trazados con precisión matemática.
Punto de fuga y altura del observador: el punto único donde convergen las ortogonales se sitúa a la altura del escalón inferior pintado, coincidiendo con los ojos de un espectador adulto de pie en la nave. El efecto es envolvente: el muro desaparece, y ante el espectador se abre una capilla tridimensional, profunda y creíble.

Construcción arquitectónica: la escena se desarrolla bajo un arco triunfal que enmarca una bóveda de cañón con casetones octogonales, sostenida por columnas corintias y pilastras jónicas en bicromía de pietra serena y blanco. Cada línea de fuga responde a una lógica estructural interna que demuestra el dominio del sistema lineal.
2. Perspectiva, jerarquía y sentido teológico
Masaccio convierte la perspectiva en un lenguaje teológico, que organiza el espacio sagrado en una jerarquía vertical de cuatro niveles:
- I. Lo Terrenal: un esqueleto en sarcófago, visto desde arriba. Es el memento mori: “Yo fui lo que tú eres; lo que yo soy, tú serás.”
- II. La Humanidad Implorante: los donantes arrodillados, situados en el plano del espectador. Representan la oración y la esperanza de redención.
- III. La Mediación: la Virgen y san Juan, junto a la cruz, interceden por los hombres. Se sitúan ya dentro de la arquitectura ficticia.
- IV. Lo Divino: en el punto más profundo, Dios Padre sostiene a Cristo crucificado, con el Espíritu Santo entre ambos. Es la Trinidad como centro absoluto del orden espacial y espiritual.
El sistema perspectivo genera una pirámide invisible que subraya la solidez del dogma: el orden matemático del universo refleja la racionalidad de la fe cristiana.
3. Perspectiva como lenguaje de fe
La mirada del espectador asciende desde la tumba hacia la divinidad, guiada por la arquitectura. La muerte (representada en el sarcófago) no es el final, sino el inicio de un ascenso espiritual hacia la redención. La perspectiva se convierte así en un camino de sentido, no solo visual, sino simbólico.
La Trinidad representa un giro histórico: es la primera gran pintura en la que la perspectiva deja de ser una simple herramienta técnica para convertirse en estructura compositiva y, finalmente, en lenguaje expresivo. En ella, ciencia y fe no se contraponen, sino que se funden: la geometría organiza el espacio como reflejo del orden divino.
Con La Trinidad, la pintura renacentista ya no podía retroceder: la perspectiva se había convertido en un camino irreversible. Otros pintores —como Fra Angelico, Paolo Uccello y Piero della Francesca— la llevarían aún más lejos, cada uno a su manera.
Masolino en San Clemente (Roma): la Anunciación del frontón de entrada

En la basílica de San Clemente (Roma)[39][40], Masolino da Panicale fue encargado por el cardenal Branda Castiglioni de decorar la Capilla de Santa Catalina de Alejandría (ca. 1427–1430). El ciclo incluye una Anunciación sobre el frontón de entrada, una Cruzifixión en el muro de fondo, escenas de san Ambrosio a la derecha y de santa Catalina a la izquierda. En la bóveda, aparecen los cuatro evangelistas y los cuatro doctores de la Iglesia.
El conjunto, atribuido a Masolino y sin participación documentada de Masaccio, marca su etapa de madurez en Roma. La pintura refleja una fusión entre el estilo tardogótico y las innovaciones perspectívicas que había comenzado a desarrollar en Florencia.

Perspectiva y espacio devocional
Ubicada en el frontón de entrada, la Anunciación funciona como un auténtico umbral simbólico. El fiel accede a la capilla pasando bajo el anuncio de la Encarnación, lo que convierte la escena no solo en una imagen decorativa, sino en una puerta teológica: se entra en el espacio de la liturgia bajo el signo del Verbo hecho carne.
Desde el punto de vista técnico, Masolino organiza la escena con una perspectiva coherente, aplicando un sistema de líneas de fuga convergentes en los marcos arquitectónicos, cornisas y embocaduras del fondo. Esta estructura espacial, ya ensayada con brillantez en la Goldman Annunciation (1424), vuelve aquí a articular el espacio como una arquitectura creíble que envuelve y sitúa a los personajes en un entorno lógico y estable.
Esta pintura no introduce elementos narrativos dramáticos ni simbólicos tan marcados como el nudo de Salomón de su obra florentina, pero confirma el dominio técnico de Masolino en la integración de arquitectura pintada y función litúrgica. En este caso, la escena no busca sorprender, sino acompañar: es un saludo visual, sobrio y elegante, que precede el espacio sagrado como una antesala espiritual.
El Banquete de Herodes: Masolino y la perspectiva como protagonista

Perspectiva de “exhibición”
Este fresco constituye una auténtica demostración escenográfica del sistema brunelleschiano. Masolino despliega una amplia galería porticada que avanza con rigor geométrico hacia el fondo. El punto de fuga, ubicado en el eje central, unifica el espacio y arrastra la mirada hasta el horizonte, generando un efecto de fuga monumental.
La arquitectura no es un simple decorado, sino la protagonista visual: su precisión matemática, la repetición de arcos y la cuadrícula del pavimento organizan tanto la profundidad como el ritmo narrativo. La racionalidad del espacio impone su ley sobre la acción, haciendo del orden visual una metáfora del orden temporal.
Contraste entre figura y estructura
Sobre este escenario arquitectónico severo, se mueven las figuras elegantes y gráciles de Masolino, todavía ligadas al gusto gótico internacional. El contraste entre el marco renacentista y los personajes de trazo refinado subraya la tensión entre lo viejo y lo nuevo: la escena es gótica en lo formal, pero renacentista en su lenguaje espacial.
Narración continua y final en el horizonte
- Izquierda (primer plano): el banquete de Herodes, con la danza de Salomé.
- Derecha (primer plano): la entrega de la cabeza del Bautista a Herodías.
- Fondo (en la montaña): la sepultura de san Juan, realizada por sus discípulos.
La escena combina tres momentos en una sola imagen: un recurso narrativo medieval, reinterpretado con herramientas renacentistas. Se trata de un claro ejemplo de lo que hoy denominamos Arte narrativo[41], donde el relato visual se despliega en un solo campo pictórico. Aquí, la perspectiva se convierte en estructura temporal: la secuencia de episodios se alinea con la fuga arquitectónica, desde el presente dramático del banquete hasta el destino final del mártir, colocado como una viñeta remota en el fondo del paisaje
Masolino transforma así la arquitectura en camino narrativo, y la mirada del espectador se convierte en un recorrido: avanza desde la fiesta cortesana hasta el silencio de la tumba, del espectáculo mundano al destino sagrado. La geometría no solo crea profundidad: introduce una lógica narrativa que guía la lectura y concentra el sentido de la escena.
Tres ecos para cerrar un capítulo
Cinco siglos después, seguimos trazando hilos, marcando fugas y construyendo espacios donde lo visible apunta hacia lo invisible. Como Masaccio, como Donatello, como los maestros del Quattrocento, también el belenista busca que la mirada no se detenga en la forma, sino que descubra un sentido más hondo detrás de cada plano, cada luz y cada figura.
El pesebre no es solo una maqueta o un simple decorado Navideño: es una arquitectura narrativa donde la perspectiva, igual que en el Renacimiento, organiza la emoción, guía la mirada y da profundidad al misterio representado. Desde el punto de fuga hasta la última luz del fondo, todo habla, todo cuenta.
Brunelleschi tenía sus tablillas; Donatello, sus relieves; Masaccio, su capilla pintada. Nosotros tenemos corcho o escayola, musgo o pintura, y una mesa de trabajo que es, en el fondo, su heredera. Cambian los materiales, pero la mirada busca lo mismo: dar forma a lo invisible.
Recorrido de la perspectiva en el Quattrocento
De los primeros ensayos en Florencia a la codificación teórica con Alberti
1. Antes de 1435
Perspectiva como secreto de taller
- ✔ Brunelleschi – Tablillas experimentales
- ✔ Masolino – Goldman Annunciation
- ✔ Donatello – Festín de Herodes
- ✔ Masaccio – La Trinidad
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1435
De pictura
Leon Battista Alberti publica el primer tratado teórico sobre perspectiva
2. Después de 1435
Perspectiva como ciencia y lenguaje simbólico
- 🕮 Alberti – De pictura
- 📐 Piero della Francesca – Geometría pictórica
- 🌟 Fra Angelico – Espacio devocional
- 🌀 Paolo Uccello – Experimentación visual
- 📏 Pacioli – Matemática y proporción
- 🎨 Leonardo da Vinci– Perspectiva aérea / atmósfera
- 🏛 Rafael – La síntesis clásica
Referencias:
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